lunes, 24 de enero de 2011

El bronce tardío de los federales


El bronce tardío de los federales

Antiguo Cabildo de Tucumán y la plaza donde se situaba la Pirámide Federal
Muertos los caudillos que sostuvieron el federalismo desde 1816 y hasta 1874, sus rostros y sus proezas no fueron esculpidos ni aun en los pueblos que los vieron nacer o gestarse. Los lugares públicos y los edificios históricos tuvieron, a partir del silencio de la última montonera, el bronce de los que intentaron “civilizar” el país tomando recetas desarraigadas, extrañas y criminales. Este fenómeno se dio con mayor vigor luego de la batalla de Pavón (1861), donde los recordatorios y los homenajes se volvieron exclusivos para aquellos que pactaron con el extranjero nueve años antes, en Caseros, y para quienes el libre comercio resultaba ser la redención necesaria para dejar nuestras afirmaciones y valores autóctonos.
Leemos en una de las primeras editoriales de la publicación Todo es Historia: “La etapa de la idolatría fue iniciada en nuestra historiografía por Mitre. Después se fueron sacralizando una serie de personajes menores y discutibles. Así se fue elaborando una versión de la historia nuestra muy rígida, poco convincente y falaz en muchos casos”. Como vemos, los homenajes de dudosa reputación entreveraron con descaro el relato de la historia argentina, y con ello se ha postergado el desarrollo y la plenitud de la conciencia nacional.
Mientras se le negaba el reconocimiento broncíneo a los federales, se gastaban inmensas sumas de dinero para homenajear a figuras –nacionales y extranjeras- que hicieron lo imposible para postergar las aspiraciones argentinas. Veamos algunos ejemplos:
27 de Septiembre de 1869: En esta fecha, se dispuso, por disposición de la Legislatura de Buenos Aires, levantar una estatua en memoria de Valentín Alsina, ex gobernador bonaerense que en 1823 ingresó en la Logia masónica Valeper, y que para 1853 fundara la Logia Concordia.
24 de Septiembre de 1873: Bajo el gobierno del masón Domingo Faustino Sarmiento, se inauguró un monumento en honor del carbonario José Mazzini, quien había fallecido en 1872. El costo de esta estatua fue de 60.000 francos.
13 de Diciembre de 1878: La Legislatura de la provincia de Buenos Aires vota una ley que autoriza el emplazamiento de una estatua en honor a George Canning, luego de saldada la deuda que adquirió nuestro país con Inglaterra por el empréstito de la Baring Brothers en 1824.
18 de Diciembre de 1887: Inauguración de la estatua del general Juan Lavalle con su alta columna. El ex gobernador de la provincia de Buenos Aires inició, luego de mandar fusilar a Manuel Dorrego, la larga guerra civil argentina. En 1840 invadió la patria con dinero francés.
25 de Mayo de 1900: Luego de la demolición de la quinta San Benito de Palermo (residencia que fuera de Rosas), en el Parque 3 de Febrero se inauguró el monumento a Domingo F. Sarmiento. Está emplazado en el mismo sitial donde estaba el dormitorio del Restaurador de las Leyes. Era presidente el general Julio Argentino Roca.
11 de Noviembre de 1904: También bajo la presidencia de Roca, quedó en el bronce un antiguo saqueador de pueblos argentinos en tiempos de Rosas y luego ‘Emperador-Papa’ de la masonería universal: José Garibaldi. Una salva de 21 cañonazos saludó la caída de la tela que cubría el monumento.
Tardíos homenajes a Quiroga
Parece mentira que Juan Facundo Quiroga, siendo una figura trascendental de nuestra historia, recién haya tenido su primer homenaje 107 años luego de su muerte, a través de un decreto, y no antes.
Ese primer homenaje oficial fue concretado por iniciativa del gobierno de La Rioja en 1942, y no se trató de la erección de monumento alguno sino de la colocación de su retrato –y el del “Chacho” Peñaloza- en la Casa de Gobierno de aquella provincia. Parte del decreto, dice:
“Que siendo oportuno, con motivo del 107° aniversario reciente de la muerte del brigadier general don Juan Facundo Quiroga, rendir por el P. E. este primer homenaje oficial a su memoria, y a la de su digno continuador, el general don Ángel Vicente Peñaloza, asignando a sus retratos ubicación honrosa en la Casa de Gobierno;
“EL GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DECRETA:
“Artículo 1° – En homenaje al brigadier general don Juan Facundo Quiroga y general don Ángel Vicente Peñaloza, colóquese sus retratos en el salón de recepciones.
“Artículo 2° – En el acto público de colocación, se procederá a dar lectura del presente y de los trabajos que las Instituciones y las personas adheridas hayan preparado al respecto.
“Art. 3° – Comuníquese, publíquese, etc.
“Firmado: DE LA FUENTE Gobernador
“G. KAMMERATH GORDILLO Ministro de Gobierno e Instrucción Pública”.
El paraje de Barranca Yaco, provincia de Córdoba, donde fuera salvajemente emboscado y asesinado tampoco pareció un punto de recordación u homenaje hacia su figura. Es por eso, que debieron transcurrir 174 años de aquel suceso para que un gobierno cordobés levantara el monumento largamente esperado. Ocurrió el 15 de febrero de 2009. En el lugar también se recordó a los otros nueve compañeros que murieron junto con el caudillo riojano el 15 de febrero de 1835, colocándose idéntica cantidad de cruces. Finalmente, un busto del “Tigre de los Llanos” se alza en la zona boscosa, con su vestimenta de brigadier general y su barba federal.
Una amenaza unitaria y masónica pudo haber profanado la bóveda-monumento donde descansan los restos de Quiroga, en el cementerio de la Recoleta. Un descendiente del riojano, el doctor Eduardo Gaffarot, publicó en su obra “Civilización y Barbarie o sea Compadres y Gauchos” (1905), lo que sigue: “Ciertos compadritos civilizados por Sarmiento, llegaron a creer que la familia de Quiroga tenía que consultarlos respecto a cuál era el epitafio que más convenía escribir sobre la tumba; y las cosas llegaron a tal punto, que ha tenido que optar la familia por no poner inscripción alguna en la bóveda de su propiedad…”. Tal vez, esta afirmación nos da una idea de por qué hasta no hace tanto la bóveda del general Quiroga no tenía placas de bronce que la identifiquen como tal.
Dorrego: cara a cara con su matador
Veamos las vueltas que dieron nuestras autoridades para darle el primer bronce al coronel federal Manuel Dorrego, ex gobernador de la provincia de Buenos Aires de 1827-1828:
“Un siglo hubo de transcurrir, antes que se resolviera a perpetuar la imagen del fusilado de Navarro en el bronce. Cierto que la ley 4666 la autorizó el 4 de septiembre de 1905 y que dos años después la 5137 aprobara la entrega de los $ 10.000 necesarios para materializar el proyecto. Pero también es cierto que el proyecto anduvo veinte años más perdido por los cajones y recién en 1928, la estatua ecuestre fue inaugurada en la Plazoleta Dorrego de Defensa y Humberto 1° -previo traslado del “Canto al Trabajo” de Rogelio Irurtia-, donde se irguió hasta que en medio de una gran polémica pública movida por los descendientes de unitarios, se trasladó a su ubicación actual en Viamonte y Suipacha (Buenos Aires). Desde allí se enrostra con la facie de quien ordenó su ejecución, elevado sobre un alto pedestal en la Plaza Lavalle, como si aún no estuviera dirimido el viejo antagonismo”.
La pirámide federal de Tucumán
En 1840, Rosas designa a Manuel Oribe para que se encargue de eliminar a los elementos unitarios que habían formado la Coalición del Norte, y también para que persiga al fugitivo general Lavalle. El jefe oriental, entonces, a partir de ese año y hasta 1843 va a desarrollar su carrera militar por el noroeste argentino, obteniendo rotundas victorias en batallas decisivas que diezmaron las acciones de los unitarios y masones que por allí se ubicaban.
La provincia de Tucumán, acaso el epicentro más reconocido de Oribe durante su campaña militar en la Confederación Argentina, tras la victoria federal de Famaillá (19 de septiembre de 1841) vivió un momento de tranquilidad como hacía años no tenía. El asesinado gobernador Alejandro Heredia había sido vengado, y ahora, vuelta la calma, Tucumán era gobernada nuevamente por un federal, el general Celedonio Gutiérrez. Movido éste por un sentimiento de alborozo, el 24 de enero de 1842 resolvió mediante un decreto levantar un monumento en honor de Juan Manuel de Rosas y del general Manuel Oribe.
En el cuerpo del decreto quedaba especificado que “la grande obra de la Libertad Argentina es debida al Heroico Defensor de la Independencia Americana, Nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes, Brigadier General D. Juan Manuel de Rosas”, y que “el ejército unido de vanguardia de la Confederación Argentina ha cumplido gloriosamente la noble misión de libertar a la República de la atroz, sangrienta e insoportable tiranía de los brutales salvajes unitarios impíos enemigos de Dios y de los hombres”. Sobre Manuel Oribe decía que se “ha hecho acreedor a la eterna gratitud y bendiciones de los buenos Argentinos por sus brillantes hechos de armas”.
La construcción del monumento, que tenía forma piramidal, se emplazó en la plaza Central (hoy Independencia) de San Miguel de Tucumán. Pero no obstante el reconocimiento de los tucumanos para con sus libertadores federales, llegó el 3 de febrero de 1852, aunque la pirámide no se destruyó. Pero diez años más tarde, el 9 de julio de 1862, el entonces gobernador tucumano, presbítero José María del Campo, unitario fanático, sacó el Decreto N° 381 por el cual mandaba demoler la pirámide federal, “recuerdo de oprobio cuya permanencia lastima el honor de Tucumán”, según reza con excesivo rencor. El monumento rememora “triunfos (…) manchados por crímenes horribles”, agrega el documento. Por eso, el Artículo 1° aclaraba que “el día 13 del presente mes de Julio será demolida la pirámide de la plaza de esta ciudad”, y en el siguiente artículo, decía: “En su lugar, eríjase un monumento consagrado al recuerdo de las víctimas del año 40”. Nunca más se reivindicó la campaña de Manuel Oribe por la provincia de Tucumán y alrededores.
La Expedición desconocida
El 9 de febrero de 1834 se dispuso elevar un monumento en la margen del Río Colorado, para conmemorar el Ejército Expedicionario al Desierto. Debía llevar cuatro mármoles que recordaran a las Divisiones de la derecha y del Centro, al ilustre General D. Juan Facundo Quiroga, al Brigadier D. Juan Manuel de Rosas, y la cuarta de agradecimiento del Gobierno Supremo de la Provincia, que en honor y gratitud reconocía los servicios prestados.
Debajo de la piedra fundamental debía depositarse el Diario de la Expedición y chapas de cobre con los nombres grabados de todos los Jefes y Oficiales que habían participado. Pero Rosas, tan acusado de ególatra, no quiso levantarse un monumento en vida, seguramente confiando en un agradecimiento póstumo, agradecimiento que jamás ha llegado todavía.
Autor: Gabriel O. Turone